ABERRACIONES POR AMOR (FERNANDO AÍTA)
ABERRACIONES POR AMOR (Fernando Aíta) 82 p.|20x14| ISBN 978-987-4481-03-0 ………………………………………………………………………………………………… CONTRATAPA:
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SOBRE EL AUTOR:
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*fragmento del primer cuento*
Pen-friends
El doctor Jürgen Stockhausen se entristece en Estocolmo; su esposa lo ha dejado en medio del invierno. Va sonámbulo al trabajo. Vuelve temprano y deambula, sin objeto, por la casa. Se rasca largo, desconcertado, la barba roja: las paredes se alejaron, hacen muecas en el techo manchas húmedas y la música con que se aturde no logra disimulr el zumbido sordo de la soledad. La certera sospecha de que su mujer tenía sexo con otros hombres no podía menguar el amor que lo embargaba; ya no sufría por eso. El carrusel da en su trayecto un brinco brusco, y prosigue su órbita habitual. Ella, al parecer, entendió la tolerancia tácita como pronunciada indiferencia, e ignoró que al abandonarlo le averiaba el alma. Sus dos gatos perdieron apetito; él, dos kilos. Quema recuerdos en el hogar y en la mente afiebrada; bebe, llora, y se arrepiente por haberla descuidado. Pobre Jürgen Stockhausen, la vida se le presentaba como una pista de patinaje, sin sobresaltos, lisa y sin baches. Pero irremediablemente suceden los porrazos.
Para él soy instructor de paracaidismo. Eso le escribí los últimos cinco años de nuestra esporádica relación que lleva diez. En abril con el año en plena marcha, en julio para el día del amigo, y en diciembre cuando las expectativas se alimentan y embriagan de manjares festivos (éste era y no el caso), nos enviamos noticias, afectos, fotos y tarjetas navideñas. Hemos sido pen-friends, amigos por correspondencia, desde que ambos cursábamos el secundario, lo cual habla de nuestro compartido gusto por el anacronismo. Jürgen se dedica a la filatelia. Las estampillas de sus sobres siempre demostraron preferencia por motivos tradicionales y egregios: retratos flemáticos de reyes y reinas, imponentes edificios históricos, catedrales suntuosas. Dos veces (tendríamos veinte, los abuelos de Jürgen se habían divorciado a los ochenta, la pista se resquebrajaba, y ese período de hondos replanteos) me envío estampilas de barcos vikingos.
A los dieciséis Jürgen era lo que es: llevaba una barba rojiza y rala, el cabello rubio y lacio caía sobre los hombros del blazer rojo de su uniforme, y un tímido flequillo velaba los ojos color de agua. Tras aquel pudoroso montón de pelo habitaba el muchacho inseguro y metódico que en sobrio inglés me delineaba sus planes envidiables para una vida apacible como un paseo en calesita. La barba se ha espesado y la frente, aún exenta de arrugas, se amplía. Nuestra remota amistad se prolongó a lo largo de sus estudios de Medicina, su carrera ascendente como traumatólogo –flamante subjefe de guardia del hospital comunal– y durante su promisorio noviazgo y ahora malogrado matrimonio con Tuna, una diseñadora (descolorida y despampanante según las fotos) que lo había “enloquecido” en una clase de salsa, a quien había lentamente arrebatado de los brazos de un ingeniero en sistemas, y que un mes atrás había partido en un crucero con su amante danés. Cuando lo leí no pude evitar imaginarme dos enamorados abrigándose en mutuos abrazos sobre la cubierta brumosa de un transatlántico a través de un mar de hielo. Me apené sincera aunque poco entusiastamente, como cuando nos avisan que falleció algún pariente de un conocido, o cuando alguien llora solo en el mismo vagón del subte. Sin embargo, la confidencia y la consejería sentimental representan un aspecto importante de nuestro vínculo. Por mi parte siempre disfruté proponiéndole noviazgos esquizofrénicos que incluían affaires con vecinas de mis parejas, primas de sus madres, ninfómanas ocasionales, pequeñas estafas, empleos inverosímiles y otras intrigas para estimular sus fantasías e indagar en sus valores. Jürgen me respondía que yo tenía un “tornillo suelto” y debería dejarme de buscar problemas. ¿Por qué deberíamos mostrarnos tal cual somos (o nos vemos) ante alguien que probablemente nunca llegue a conocernos? ¿Por qué, en cambio, darle algo más íntimo, lo que imaginamos, lo que queremos o tememos ser? ¡Por qué no desplegar para el otro nuestras fantasías y fantasmas? ¡Y no es esto lo que mayormente realizamos y quizás lo más auténtico? Es algo que hace mucho me pregunto y lo que siempre hice, impulsiva antes y conscientemente ahora, con mis amigos por correspondencia [...]